La belleza de un cuadro es algo subjetivo, porque depende de factores muy diversos que van desde las técnicas aplicadas en su composición, hasta su significado o la capacidad para transmitir sentimientos y emociones. Recopilar los 10 cuadros más bonitos del mundo es tarea imposible porque, probablemente, cada persona tenga su particular lista. Pintura flamenca, renacentista, barroca, romántica, moderna… en cada uno de los estilos pictóricos hay obras maestras que forman parte de la historia del arte pero, en este artículo, repasamos algunos de los considerados los cuadros más bellos del mundo por su fuerza, por la armonía de formas y colores o por las sensaciones que provocan. ¿Cuántos de los cuadros más bonitos del mundo que te proponemos están en tu lista?

El beso, Gustav Klimt

No solo es uno de los cuadros más famosos, sino también uno de los más bonitos y el más conocido de su autor, el pintor austriaco Gustav Klimt. La obra es de 1808 y se trata de una pintura al óleo en la que se incluyen pequeñas láminas de pan de oro, algo que recuerda a la iconografía eclesiástica. De hecho, los expertos apuntan a que está inspirado en los fondos dorados de los mosaicos bizantinos de la iglesia de San Vitale en Rávena (Italia). La belleza de El beso radica en su combinación de romanticismo y sensualidad, que expresa la completa unión de la pareja que ocupa el lienzo casi en su totalidad. Los elementos del simbolismo y el art nouveau se entremezclan en este cuadro que para muchos es la prefecta representación del profundo y completo amor entre un hombre y una mujer.

Estanque de nenúfares, Claude Monet

En la pintura de paisajes, que cuenta con un sinfín de bellas imágenes, este cuadro del pintor impresionista Monet es uno de los más bonitos del mundo. En él, el artista recrea la paz que le transmite el pequeño jardín cercano a su casa de Giverny (Francia). Con pinceladas gruesas, sin delimitar al completo las formas, el cuadro plasma la tranquilidad del estanque, plagado de flores, que cruza un puente de estilo japonés. La luz que incide en la vegetación y en el agua; los tonos fríos predominantes: verdes, azules y violetas, y la técnica de crear una imagen a base de manchas de color, hacen que este cuadro de 1899, consiga sumergir a quien lo contempla en el hermoso y sosegado ambiente que quiere transmitir.

El caminante sobre el mar de nubes, Caspar David Friedrich

Este cuadro de 1818 es una de las obras cumbre de la corriente pictórica del Romanticismo. Refleja el momento en el que un hombre contempla un paisaje brumoso desde una roca, quizá después de recorrer un largo camino. Está considerada una obra de gran modernidad para su época y son múltiples las interpretaciones que se han hecho sobre ella: la grandiosidad de la naturaleza, el hombre como parte de la creación o el esfuerzo constante del ser humano por conquistar sus metas son algunas de ellas. El pintor alemán Caspar David Friedrich compone el cuadro enfrentando la figura humana, de espalda y en colores oscuros, al paisaje sublime que se presenta ante él. Los tonos azulados, las nubes deshilachadas y las rocas emergentes transmiten sentimientos que van desde la melancolía y la tristeza, hasta la sensación de estar ante un paisaje grandioso.

Paseo a orillas del mar, Joaquín Sorolla

Algunos de los lienzos de Sorolla no pueden faltar en la lista de los 10 cuadros más bonitos del mundo por su luminosidad y belleza serena. En su Paseo a orillas del mar, el pintor valenciano capta a la perfección la luz y la esencia del Mediterráneo en un ejemplo de maestría en el uso del color. En el cuadro, pintado en 1909, aparecen su mujer Clotilde y su hija María disfrutando del paseo mientras el viento mueve sus vestidos creando un genial efecto de dinamismo. Los colores vibrantes y el dominio del movimiento hacen que casi se pueda ‘respirar’ el ambiente marino que el cuadro encierra.

El ángelus, Jean F. Millet

El ángelus es uno de los cuadros más representativos del realismo francés y fue pintado por Millet sobre 1859. Recoge el momento, a la caída del sol, en el que dos campesinos rezan con recogimiento. En el óleo sobre lienzo, destaca el exquisito uso del color, combinando los tonos cálidos, especialmente los ocres del atardecer, con los tonos más oscuros de las figuras de los campesinos, con los que logra darles volumen para que destaquen. La delicadeza de la obra en su conjunto, en contraste con los detalles de total realismo que pueden apreciarse, crea el equilibrio absoluto en uno de los cuadros más bellos de todos los tiempos.

El almuerzo de los remeros, Pierre  Auguste Renoir

Este bonito cuadro del maestro impresionista Renoir capta la alegría de disfrutar de una apacible comida a orillas del río Sena. Fue pintado en 1881 y en él destaca la pincelada y el uso del color con detalles que sorprenden por su realismo, como la precisión al pintar los alimentos y otros elementos de la concurrida mesa. La luz y el color son protagonistas pero, además, el cuadro transmite la camaradería que parece existir entre los comensales, invitando a quien lo contempla a unirse a ellos. Tal vez su secreto esté en que muchos de los que aparecen  eran amigos de Renoir y, como curiosidad, la mujer que juega con un perro en un extremo de la mesa era Aline Charigot, su modelo primero, y su esposa después.

La primavera, Sandro Botticelli

Alegoría de la primavera es una de las obras más bellas de la pintura renacentista italiana. Como ocurre en otros lienzos de Botticelli, en éste, datado sobre 1480, crea un ambiente bucólico inspirado en la fábula y en la mitología. Las tres Gracias, la diosa Venus, la ninfa Cloris junto al dios de los vientos Céfiro que desea raptarla y Cupido lanzando sus flechas aparecen junto a la figura principal, como si todo el cuadro fuera una armoniosa representación teatral. Esa figura principal, ataviada con un delicado vestido de flores, es Simonetta Vespucci, cuyo delicado rostro añade belleza a uno de los cuadros más bonitos de todos los tiempos.

El Temerario remolcado a dique seco, William Turner

Los amantes de las marinas incluirán en su lista este cuadro del pintor romántico inglés William Turner, uno de los mejores paisajistas de la historia del arte que captó la belleza del mar en todas las situaciones posibles, en calma o embravecido. En este caso, el óleo recoge, con sobrecogedora languidez, el momento en el que el Temerario, buque de guerra de la armada inglesa, es remolcado por un pequeño barco de vapor para su desguace final tras haber participado en mil batallas, entre ellas la de Trafalgar. En esta bella obra, que Turner pintó en 1839, destaca el juego de colores amarillentos del cielo y los azules de un mar difuminado, como envuelto en brumas, donde el imponente barco va camino a su fin.

Ofelia, John Everett Millais

Impactante e hipnótico, este famoso cuadro del pintor inglés John Everett Millais posee una extraña belleza que hace imposible dejar de mirarlo. El lienzo es de 1852 y está inspirado en el personaje de Ofelia, que aparece en la obra de Hamlet de William Shakespeare y que muere trágicamente ahogada. El cuadro es capaz de provocar sentimientos de todo tipo. La frondosa vegetación, plasmada con todo detalle y con mil matices de tonos verdes, la magistral recreación del agua ‘gélida’ que casi se puede tocar y el cuerpo de Ofelia, que flota sobre ella, han dado lugar a uno de los cuadros más bonitos del mundo.

Metrópolis, George Grosz

Tal vez por el magistral uso del color, con predominio de rojos y morados, o por el frenético dinamismo que transmite este lienzo, Metrópolis resulta un cuadro tan bonito como inquietante. El óleo fue pintado entre 1916 – 1917 y recoge la particular visión del autor de la ciudad de Berlín en la primera Guerra Mundial. Con la forzada perspectiva y el uso de elementos del cubismo y del expresionismo, Grosz pinta un escenario caótico pero con un resultado plástico y estético de gran belleza.